Cuentos ateos sobre amigos míos

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»Soy tan ateo que digo ‘Salud’ después de escuchar a alguien estornudar y suelto ‘Si alguien quiere’ tras escuchar un ‘Hasta mañana’. Suelo encontrar la palabra exacta sin que se me vaya el santo al cielo y me encanta viajar por recónditos lugares por donde Cristo aún llevaba gorra. Soy pacifista pues ni me gusta armar la de Dios ni acabar como el rosario de la aurora. Soy ecuánime y en mi mundo, al alcance de la mano de Dios y de todos, siempre son condenados los pecadores y nunca los justos.»

»Soy tan ateo que he dejado de madrugar para que Dios no tenga que ayudarme cada mañana, me visto con elegantes trajes hechos a medida para no ir todo el día hecho un Cristo y, para más o menos Inri, he decidido estudiar varias carreras universitarias para que no me tachen de ser un vivalavirgen. Eso no quiere decir que sea un ateo trabajador y responsable pues no quiero rogar a Dios ni dar con el mazo a nadie.  Intento ser honesto conmigo mismo y parecer menos falso que Judas; por esa razón he dejado de dar limosnas para que Dios no pueda pagármelas.»

»Soy tan ateo que me cuido en exceso para no estar nunca muy católico; no obstante, he renunciado a dejar testamento para que Dios no pueda cogerme confesado en caso de enfermar de gravedad. Soy tan, pero tan ateo, que me he apuntado a varias webs de citas – esos sitios de internet donde Dios no puede criarnos ni juntarnos; a nosotros, los ateos – pues no quiero quedarme para vestir santos. He de reconocer que la suerte, por ahora, no está de mi lado pues nunca podré llegar y besar el santo ni Dios me la repartió, pero no cejaré en mi empeño ni aunque Dios no me apriete pero sí intente ahogarme.»

Aunque escribir es santo de mi devoción, debo dejarlo aquí con este breve ‘a-Dios’ pues estoy ya cansado de nombrarle en vano.

Mundos de ciencia ficción

Vector de Fondo diseñado por Freepik

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Cuando imaginamos mundos de ciencia ficción solemos pensar en vastas ciudades de espigados edificios con piel de cristal, titánicos carteles publicitarios con sonrisas femeninas y luces de neón que brillan en una noche sempiterna. Un lugar donde robots y hombres biónicos, donde vehículos voladores y letales armas láser, donde extrañas tribus urbanas y poderosos círculos de poder coexisten en sincronía. Una megalópolis gris, sucia, húmeda y deshumanizada que alberga oscuros secretos en cada recoveco que se perderán en el tiempo y que, ni la incesante lluvia que cae como lágrimas, puede diluir.

Cuando imaginamos mundos de ciencia ficción soñamos con viajar en el tiempo a bordo de una máquina que nos permita visitar tanto el imperturbable pasado como el maleable futuro. Montarnos en un Delorean  para cambiar sucesos de nuestros familiares más cercanos y modificar así nuestra propia existencia. Viajar en un cohete espacial en busca de nuevos mundos para encontrarnos nuevamente en el nuestro aunque algo más simiesco. Construir un vehículo con el sillón de casa para explorar un post-apocalítico futuro lejano y acabar liderando una revuelta contra voraces criaturas infrahumanas.

Cuando imaginamos mundos de ciencia ficción nos fascinamos con naves interplanetarias que viajan a la velocidad de la luz – o más – visitando galaxias, recorriendo mundos y conociendo extraterrestres de todo tipo. Nos imaginamos moviendo objetos con nuestra fuerza interior mientras esgrimimos una fulgurante espada láser contra nuestro acérrimo enemigo. Nos vemos tele-transportados desde la Sala de Mandos de una nave al firme suelo de un planeta inhóspito en compañía de un alienígena de orejas puntiagudas. Nos encontramos inmersos en épicas batallas entre confederaciones interestelares posicionándonos en uno u otro bando.

Lo que no imaginamos cuando imaginamos mundos de ciencia ficción es que somos seres aún más cultos, libres y sabios de lo que ahora somos. Seres que evolucionaron dejando atrás creencias y teorías, ¡patrañas y cuentos!, sobre entidades superiores omnipresentes y omniscientes. Humanos que fueron capaces de arrinconar las suposiciones, las verdades no demostradas, las imágenes sacras, la veneración basada en la fe y los falsos mitos en pro de la búsqueda del conocimiento y la verdad. Un conocimiento que sólo puede conseguirse a través de la ciencia y no de la ficción. Una verdad que sólo aflora de la observación, la investigación, la prueba y el error, la conjetura primero y el valor empírico después, el planteamiento y el continuo replanteamiento de la realidad que nos rodea y de la que formamos parte.

La última encuesta sobre Percepción Social de la Ciencia que se ha realizado en España, ha sacado a la luz datos – al contrario que las creencias religiosas, éstos tienen una base real y contrastable – como que más de un 25% de la población cree todavía que el Sol gira alrededor de la Tierra, que un 40% piensa que toda la radioactividad del planeta la producimos nosotros, que casi un 20% aún duda que el ser humano haya evolucionado de una especie animal anterior parecida al mono o que un 30% piensa que alguna vez la raza humana convivió con los dinosaurios  (esto lo podéis encontrar en la página 10 del Dossier Informativo del link anterior). No obstante varios medios de comunicación valoran los resultados como positivos ya que hemos pasado del 58,5% de respuestas correctas al 70,4%. ¿Podemos sentirnos orgullosos? A mi parecer, no. La mayoría de preguntas del formulario son básicas en cuanto a ciencia y, si un 30% de la población española no ha conseguido responderlas correctamente, puede que tengamos un serio problema de educación científica. Es cierto que existe mucha gente que no ha recibido la formación adecuada, sobretodo de más de 50 años, pero si aprendieron la obra y milagros de decenas de santos y vírgenes y son capaces de recitar oraciones y rezos de carrerilla, no veo porqué no pueden descubrir que el rayo láser funciona por la concentración de rayos de luz o que el centro de la tierra es un núcleo de hierro y níquel supercaliente. Sólo les hace falta tiempo y eso se consigue optimizándolo. Habrá que dejar de ir a misa, de escuchar sermones, de leer versículos y de preocuparse  por los inexistentes ojos en el cielo que nos vigilan si queremos ‘progresar adecuadamente’.

La ciencia tiene la virtud de aparcar la fe ciega a un lado para desentrañar el universo con el objetivo de convertirnos, cada vez más, en seres de ciencia ficción.

Educación se escribe sin GH

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Estos días circula por internet y en varias revistas el elevado sueldo que cobran alguno de los participantes de GH Vip – supuestamente más de 50.000€ semanales – por convivir entre ellos, a modo de zoológico humano, para deleitarnos con sus dimes y diretes televisados en 24×7 y resumidos diariamente. Belén Esteban y Kiko Rivera son los concursantes más atacados por ello ya que sus honorarios son los más elevados y, lógicamente, indigna a cualquiera con un mínimo de sentido común y más aún al que, con sentido común o sin él, no tiene trabajo ni pensión ni sustento. Mientras esa persona intenta por todos los medios seguir adelante, intentando encontrar un trabajo para pagar unos mínimos básicos que parecen ahora máximos inalcanzables, asumiendo que probablemente nunca volverá a su ‘estable’ vida anterior y que debe hacer un esfuerzo mayor para tener un beneficio cada vez más escaso,  ¡esa persona! enciende la televisión y se contenta con ver las vivencias de cuatro famosetes de tres al cuarto, de gente que tuvo sus quince minutos de gloria e intenta recuperlos como sea, de artistas con un pasado en la música y un presente en los platós, de toreros desconocidos por su arte, de chonis y tronistas, de princesas del pueblo o de supuestos Dj’s hijos de. Estos días, esa persona estará indignada ya que comprobará como el poco esfuerzo de estos personajes les reporta un sueldo más que digno. Un salario por levantarse, hacer vida dentro de una casa, realizar algunas pruebas, charlar con gente, meterse en un jacuzzi y dormir. Un sueldo por vivir sin trabajar.

Pues me dirijo tí, esa persona indignada y consternada, ¡¡LA CULPA ES TUYA!! Eres el responsable de esos sueldos, supuestamente, tan elevados. Telecinco es una empresa privada que se nutre, básicamente, de publicidad y puede pagar a sus ‘empleados’ el sueldo que les dé la gana. Todo depende de la audiencia que tengan sus programas y que venderán al mejor postor para incluir el producto que tú, como consumidor, quieren que adquieras. Si GH Vip revienta las audímetros – esos extraños aparatos que poseen algunas personas en su hogar pero que nadie conoce a nadie que tenga uno, y si no, que levante la voz – y las empresas deciden insertar sus reclamos, es porque gente como tú sigue consumiendo estos shows. Os quejáis de los valores que representan sin perder un segundo de lo que sucede. Alimentáis su maquinaria interviniendo a través de redes sociales, votando por móvil y visionando sus debates que se reparten a lo largo y ancho de su franja televisiva. Si realmente estás indignado por lo que cobran, puedes dejar de fomentar este tipo de injusticias con el simple acto de apretar un botón. Así que cambia de canal, o mejor aún, apaga el televisor. Nunca fue tan fácil rebelarse.

¿Lo has hecho?, ¿has sido capaz de apagarlo? Seamos sinceros, ¡no! ¿Porqué? Porque te gusta, te encanta, estás enganchado. Quieres ver a quién expulsan esta semana y poder ser partícipe de ello; tener ese poder. Necesitas satisfacer tu gusanillo interior con alguna riña o disputa semanal. Ansías el momento de ver cómo ese famoso al que odias o admiras se convierte en una persona normal como tú. Ver a esa gente en instantes de realidad enlatada y vendida cual supermercado te evade de la tuya propia. Hace que desconectes por un instante. Y, ¿qué se podría hacer? Una solución que se me ocurre sería prohibir este tipo de shows por ley. Pero claro, la conocida ‘Ley de liberad de expresión’ – Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos  o Artículo 20 de la Constitución Española –  interviene y antes de poder articular una premisa, ésta se viene abajo. Así que la segunda solución que me viene a la cabeza sería educar.

La educación es un pilar base para formar una sociedad próspera y libre pensante. En las escuelas se imparten materias y temarios que nos hacen tener una ligera idea del mundo en el que vivimos pero que sólo es información. Descripciones, detalles y explicaciones de cómo funciona nuestro planeta o nosotros mismos. Pero también debemos darles – nosotros, como padres – una formación que les haga ser críticos. Unos valores que desarrollen su intelecto y les permitan cuestionarse todo lo que les rodea; incluida nuestra educación. Para ello, resultaría conveniente no ayudar a convertirlos en borregos de un sistema totalmente manipulador y titiritero que busca distraerte para que no pienses. Habría que mostrarles que hay algo más allá de lo que se ve en televisión, nuestro moderno pan y circo romano, y alejarles en lo posible de ella. Y ya no hablo únicamente de GH Vip en concreto, me refiero a programas para masas – realities, fútbol, tróspidos, sección deportes en telediarios,… – donde no se ejercita más músculo que el de la lengua dejando al cerebro castigado en su habitación. Puede parecer un hecho insignificante pero si tu hijo es capaz de crecer sin la influencia de Belén Esteban, Cristiano Ronaldo o Kiko Rivera puede que en un futuro no quiera convertirse en uno de ellos. Puede que prefiera ser escritor, ingeniero, informático o farmacéutico. Puede que sepa arreglar sus problemas sin que haya una cámara de por medio y dinero como recompensa. Puede que se convierta en la persona que él quiera y no otro consumidor más. La decisión es tuya, la tienes al alcance de tu pulgar, y espero que no sea demasiado tarde para que ellos hayan conquistado tu personalidad definitivamente.

Apaga y vámonos!!